Lec. 3. Presentación
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CARLOS: Lección tercera: "Los vagidos de una lengua". En uno de los dos grandes grupos lingüísticos de la Península Ibérica, los sometidos al poder de los árabes, brillaban con luz propia esas centellas llamadas jarchas, que acabamos de admirar en la etapa anterior.
Pero, ¿qué ocurría desde el punto de vista lingüístico en el otro grupo, el compuesto por los hablantes del Norte de la Península Ibérica que vivían en los diferentes reinos cristianos? La respuesta a esta pregunta es, precisamente, el nacimiento de la lengua española, tal como la llamamos hoy. Una respuesta que nos va a entretener en esta tercera etapa de nuestro camino.
Un recién nacido inicia su vida con vagidos y balbuceos. Y vagidos y balbuceos de una lengua novísima es lo que vamos a escuchar a través de los primeros textos conservados del siglo X (incluso, de finales del siglo IX).
Para preparar nuestros oídos a estos vagidos, será muy útil trazar un mapa de la Península Ibérica tal como estaba configurada (en trazos aproximados) en los primeros años del siglo XI.
Bien. Aquí tenemos un, un mapa aproximado de la Península Ibérica en torno al año 1010. Podemos ver la frontera que ocupa esta zona, espaciosa, y poco poblada que corre paralela al río Duero, que separaba el centro y el sur de la Península que entonces estaba ocupado por pequeños reinos taifas -en torno a 20- de un poderío militar decreciente a lo largo del siglo XI.
Al norte de la frontera, tenemos cuatro reinos. Desde el occidente vamos a, vamos a nombrarlos: el reino de León, que comprendía Galicia, Asturias y León; Castilla; el reino de Navarra y Aragón, que comprendía el País Vasco, Navarra, La Rioja Alta; y, en cuarto lugar, los condados catalanes que ocupaban gran parte de la actual Cataluña.
El avance de estos cuatro reinos hacia el sur es lo que va a denominarse en la historia española la Reconquista. Un avance que va a depender del poderío militar de cada reino y del correspondiente debilitamiento de los reinos de taifa al sur.
Pues bien, en este mapa va a distinguirse con respecto a las lenguas romances vecinas, el dialecto hablado en Castilla (el condado de Castilla que después sería reino). Era en su origen una pequeña zona al norte de la actual provincia de Burgos, ocupando los valles cántabros al norte y La Rioja al sureste. Una zona encastillada y fuerte que sería foco de una disidencia política proclamada por los rebeldes condes castellanos, algunos famosos como el conde Fernán González en el siglo X.
En este siglo X la lengua hablada en el condado de Castilla era una forma evolucionada del latín vulgar que, por sus diferencias con otras lenguas vecinas, como el leonés y el aragonés y el vasco (del que va a ser influido fonéticamente), empezó a llamarse castellano. Pero, era una lengua que no se escribía comúnmente: la lengua escrita en esos años seguía siendo el latín. Pues bien, las personas que por su oficio religioso, como clérigos y monjes, tenían que estudiar latín, a veces, en los documentos en latín anotaban alguna palabra de esa lengua hablada que era el castellano.
La costumbre de glosar o comentar escritos latinos era frecuente en la Alta Edad Media en toda Europa. La adoptaban los estudiantes para mejor aprender el latín: los que hemos estudiado lenguas extranjeras, ¿nunca hemos anotado en el margen una palabra en nuestra lengua para recordar el significado y así recordarla mejor? Así lo hacían también los estudiantes de latín en el siglo X. De esa forma, las palabras aisladas, escritas por esas personas en documentos latinos, que van a llamarse glosas, son los primeros testimonios de aquel antiguo dialecto, de aquel castellano incipiente del siglo IX y X. Gracias a esas pocas palabras, hoy día conocemos algunos rasgos fonéticos, léxicos y gramaticales de aquella lengua en la que hoy les hablo a ustedes.
Fueron los primeros vagidos: el castellano acababa de nacer. Lo vamos a ver en esta tercera etapa del camino en los lugares en donde nació: los valles cántabros, las merindades de Burgos, La Rioja castellanizada. ¡Vamos a verlo!