Lec. 2. Presentación
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CARLOS: A principios del s. VIII ocurre un hecho transcendental en la evolución del latín vulgar: la caída repentina del reino visigodo, cuando desde África llegan grupos de árabes y bereberes islamizados, que van a poner fin a la monarquía visigoda en la mayor parte de la Península Ibérica. En esta segunda etapa de nuestros Caminos del español, vamos a ir por calles y plazas de pueblos y de ciudades de Al-Ándalus, de Andalucía. Vamos a tratar de unas muestras del habla de esos mozárabes. Serán las llamadas "jarchas" y "moaxajas". Son como pequeñas joyas o centellas que iluminan nuestra comprensión del antiquísimo estado del antiguo romance medieval. Fueron descubiertos al azar no hace mucho tiempo y escritas por autores árabes y judíos que empleaban en sus obras en árabe y hebreo -las lenguas literarias de entonces- alguna que otra palabra tomada de boca de aquellos hombres y mujeres, que expresaban sus sentimientos más íntimos en el romance aljamiado o aljamía: un estado evolucionado del latín vulgar hablado en convivencia con la lengua árabe que sólo hablaban y escribían unas personas de la minoría culta. A través del consonantismo y del impreciso vocalismo de esas dos lengua semitas -el árabe y el hebreo- podemos averiguar en las jarchas la fonética y el léxico de la población ibérica románica que vivía en territorios sometidos al islam en ciudades como Córdoba -la espléndida capital del Califato andalusí del s. IX y X- o en Sevilla, Granada, Toledo, Zaragoza... Y no solamente en ciudades, sino también en pueblos y villas, por ejemplo, en una llamada Cabra, donde estamos ahora. Cabra famosa porque ahí nació, justamente, el inventor de las moaxajas, Mukkadam Ibn al Muaf al Kabrí, que floreció hacia el final del s. IX y falleció hacia el año 920. Este arco que tenemos aquí, un arco de herradura, evoca justamente el pasado andalusí de aquella villa.